Algunos mares tienen mares interiores
a uno de ellos me escapé en la infancia.
Sus ojos eran de un azul profundo
que parecía violeta,
con una rara mutación en la espuma.
La primera vez que vi el mar la excusa era el fuego.
En la abundancia vigilaba la rocas blancas,
la arena rozaba los pies de cristal.
¿Quién tenía miedo entonces,
extraño, en la orilla de su piel?
El mar inmenso, hace los días más largos,
con las olas, el corazón vaga y se debilita.
Y recuerdo aquella vez que vi la sal
en su boca de agua, bajo la antorcha.
Aquel infinito era inocente y turbador.
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